domingo, 22 de febrero de 2015

Código profesional de Humanidades y 10 áreas de desempeño laboral

Diez características necesarias para el profesional de Humanidades

1.       Honesto. Ante todo, el profesional de Humanidades debe tener una ética intachable en su proceder que sea su mejor carta de presentación. Una honestidad que se extiende tanto a sus tareas como  a su relación con las demás personas.
2.       Humilde. No hay nada más contrario a lo profesional que el creer que, por haber cursado varios años de estudio o por la experiencia de varios años de trabajo, se está en la posesión completa del conocimiento o habilidades para saberlo o poderlo todo. El verdadero profesional reconoce sus límites, sabe pedir ayuda cuando la necesita y sabe que cualquier persona puede enseñarle algo nuevo.
3.       Responsable. Una cualidad bastante deseable en momentos en que la falta de compromiso presume erigirse como ley.  Es necesario saber que el profesional de Humanidades es alguien confiable a quien se pueden encomendar tareas serias.
4.       Crítico. Sus habilidades en lectoescritura  y el conocimiento de las corrientes de pensamiento deben hacerlo advertir tanto las virtudes como los aspectos cuestionables de diversas posturas y comunicar a otros sus puntos de vista y juicios de valor.
5.       Afable. Contradictoria paradoja que haya expertos en Humanidades que no sean humanos, es decir, que no tengan las mínimas cualidades para relacionarse con las personas, toda vez que su labor le pondrá en contacto con muchos y muy diversos seres humanos con los que tiene que saber trabajar en equipo.
6.       Interdisciplinario. No puede reducirse a su especialidad. El profesional en Humanidades debe aventurarse a campos que no son de su estricta competencia y tener la disposición para aprender y valorar los aportes que ellos vengan.
7.       Constante. De nada vale tener una idea o un plan genial si su ejecución se limita a un entusiasmo que solo dura en las etapas iniciales. Más que iniciar un proyecto, es determinante la decisión para concluirlo incluso cuando las condiciones no son favorables o los resultados son diversos a los esperados.
8.       Abierto. Establecer como dogma único el propio parecer o la particular manera de hacer las cosas es el primer artículo del credo de la ineptitud. Se debe estar dispuesto a considerar opiniones ajenas o discordantes y a tomar el riesgo de hacer las cosas de manera diferente a como se habían hecho siempre.
9.       Tolerante. “Cada cabeza es un mundo” dice el viejo refrán y tal situación es palmaria en las Humanidades,  donde incluso es más que deseable que cada estudioso tenga su particular percepción sobre el tema. En el medio laboral también habrá personas que no comparten el propio criterio. Tales diferencias son una invitación al diálogo y a la convivencia armónica porque puede estarse en contra de tal o cual opinión, juicio o parecer, pero no sería correcto estar en contra de una persona por esta razón. Huelga decir que la tolerancia exige un clima de respeto.
10.   Esmerado. No es suficiente hacer las cosas por cumplir. Un profesional de Humanidades debe tratar de  realizar su labor con conciencia y de la mejor manera posible. ¿Qué acaso no está trabajando en lo que le gusta?

Diez posibles áreas de desempeño laboral
1.       Apoyo en el tratamiento y estudio de personas con problemas del lenguaje.
2.       Traducción de textos y traducción simultánea.
3.       Fijación textual de escritos antiguos y su traducción/ adaptación al español actual.
4.       Edición y corrección de textos académicos y científicos.
5.       Comunicación empresarial y desarrollo de imagen en sector público y privado.
6.       En recursos humanos y capacitación: ayuda en el uso de la lengua y habilidades comunicativas.
7.       Crítica literaria y creación literaria independiente.
8.       Proyectos publicitarios: producción, corrección y edición de textos; arquitectura de la información.
9.       Medios de comunicación: prensa escrita, radio y guión de medios audiovisuales.

10.   Industria turística. Redacción de programas y reseñas sobre sitios y eventos turísticos, investigación histórica y cultural sobre sus particularidades, traducción al inglés y otras lenguas modernas.

La inexorable derrota de quien no quería decir quién es

Si ya seis semestres me habían casi librado de la enojosa tarea de dar medio santo y menos de media seña de quién se supone que era o soy, parece que el séptimo sigue burlándose de mi tan enérgica como fallida determinación hermética de mantener un silencio que a cada día se muestra tan imposible como inútil. En fin, consumido el último resto de mi terca oposición, entremos en materia.
                Diré de nueva cuenta que mi nombre es Miguel Ángel Fuentes Ávila y, por lo que me han dicho y no he puesto en duda, soy originario de Zapopan, Jalisco.  En estas tierras ha transcurrido la mayor parte de mi existencia que, por las relatividades del tiempo, podré afirmar que ha sido breve, como lo es siempre para la conciencia cuando juzga cronológicamente sobre sí misma.
                Ser un alumno ha sido una actividad a la que he dedicado bastante tiempo, al grado de que muchos de los que me conocen se aventuran a decir que es como una segunda esencia. No pretendo concederles la razón ni negársela tampoco, pero supongo que su aseveración no es del todo desafortunada. Desde 2012 me encuentro estudiando la carrera de Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara, por lo general en el turno vespertino.
                Ante la pregunta, que debería sentir común y no intimidante ni incómoda,  de por qué me determiné a estudiar Letras Hispánicas, confieso que no tengo una respuesta por completo definitiva o que llegue a considerar exhaustiva. Diría que por antojo, por capricho, por sobrevivir y por aprender. Por antojo, porque hacía ya más de 10 años que había considerado la posibilidad y, pese a lo atractivo que me pareció el programa, juzgaba irrealizable el poder cursarlo; por capricho, porque en mis adentros pensaba que algún día me daría ese gusto culposo de andar leyendo cosas de mentes geniales y enfermas y porque ciertamente no me empujó a estos estudios su discutida y discutible  (in)utilidad; por sobrevivir, porque estudiar es un excelente antidepresivo aun cuando se lean tragedias y otras desgracias ajenas; por aprender, porque creí que Letras era una muy buena oportunidad para enterarse no solo de Literatura, sino de las mil cosas curiosas y ociosas que pululan en torno a ella. Por si fuera poco, eso pedía seguir en un salón de clases, lo cual no era nada desagradable.
                Acercándose, al menos en teoría, el final de los estudios de la carrera, puedo decir que esta ha satisfecho por completo mis expectativas. Creo que he aprendido mucho y he visto que es aún muchísimo lo que no sé. No tenía las pretensiones de ser escritor cuando comencé y menos las tengo ahora, pero creo que sí nos han enseñado a poder describir algunas características de los textos que hemos leído. Eso me agrada. No tengo un “canon” propio, pero advierto con franqueza los enormes vacíos de mi acervo, carente de los nombres, mucho más de los contenidos. Poner en evidencia la propia ignorancia en materias literarias es muy significativo para mí. Por otra parte, el conocimiento de la existencia de las ciencias del lenguaje (gramática, lingüística, semántica, filología….) fue un encuentro inesperado pero igualmente delicioso.
                Precisamente por eso ha cambiado mi perspectiva en estos semestres. Yo nunca pensé que se podía vivir de esto o que fuera más que un simple gusto. Veo que los campos de acción son más dilatados de lo que se piensa y que, aun estando en lo mismo, es muy conveniente que se elija una determinada dirección. Reitero que considero bastante interesante lo que estudio y creo que ahora puedo verlo como una actividad profesional tan respetable como cualquier otra y, por qué no, igual de necesaria.
                Mis desperdigados intereses incluyen las cuestiones relacionadas con la sintaxis, la ortografía, la etimología y evolución de las palabras en la lengua española. Me gustaría también profundizar en las cuestiones de traducción e inteligibilidad de las diversas lenguas romances. En el plano literario, señalaría dos cuestiones capitales. En primer lugar, reconozco mi adicción a la literatura barroca en español, así como mi deseo de conocer cuanto con ella se relacione, así como estar al tanto de la literatura y vida cultural de la América española durante este periodo, principalmente de la Nueva España. Otra área que quisiera investigar sería la compleja relación, tirante a veces, que se ha dado entre Literatura y Filosofía. Llaman poderosamente mi atención textos que manejan la –en apariencia- árida disquisición filosófica con un arsenal de imágenes y metáforas que ilustran la deleitosa conjunción de imaginación y razón.

                Un elenco como este será juzgado insuficiente a todas luces, pero, por el momento, es lo más que mi derrotado secretismo y mi humillada reticencia pueden soportar que escriba. Espero que en el futuro ambos estén dispuestos a hacer una nueva concesión.